CIUDAD DEL VATICANO, 19 DIC 2005 (VIS).-Benedicto XVI recibió esta mañana en el Vaticano las cartas credenciales de Bernard Kessedjian, nuevo embajador de Francia ante la Santa Sede.
El Papa comenzó su discurso al diplomático refiriéndose a que este año Francia celebra el centenario de la ley de separación de la Iglesia y del Estado. "Como recordó mi predecesor Juan Pablo II en la carta dirigida a los obispos de Francia -dijo el Santo Padre- el principio de laicidad consiste en una distinción sana de los poderes, que no es de ninguna manera una oposición y que no excluye sin embargo a la Iglesia de una participación todavía más activa en la vida de la sociedad, en el respeto de las competencias de cada uno".
"Esa concepción -subrayó el Papa- debe promover aún más la autonomía de la Iglesia, tanto en su organización como en su misión. A este propósito considero muy positivo (...) el diálogo entre la Iglesia y las Autoridades civiles en todos los ámbitos", para "que todas las fuerzas que concurren al bienestar de la sociedad aúnen sus esfuerzos en favor de los ciudadanos".
"Su país acaba de atravesar -observó Benedicto XVI- un período difícil (...) que ha puesto de manifiesto la insatisfacción profunda de una parte de la juventud. Esa situación parece haber tocado no sólo las afueras de las grandes ciudades, sino todos los ámbitos de la población. Las violencias internas que dejan huella en las sociedades y que son absolutamente condenables representan, sin embargo, un mensaje, especialmente en el caso de los jóvenes, que nos invita a tener en cuenta sus exigencias y a dar, como recordaba el arzobispo de Burdeos y presidente de la Conferencia Episcopal Francesa, Jean-Pierre Ricard, "una respuesta a la altura de estas tensiones dramáticas de nuestra sociedad".
El Papa habló después de la aportación al desarrollo de la nación francesa de los numerosos trabajadores extranjeros que emigraron a ese país sobre todo tras la Segunda Guerra Mundial. "Es importante -dijo- agradecerles al igual que a sus descendientes esta riqueza económica, cultural y social de la que son parte integrante. En su inmensa mayoría han pasado a ser franceses a pleno título. Hoy el desafió consiste en vivir los valores de igualdad y de fraternidad, que son parte constitutiva de la identidad de Francia, de modo que todos los ciudadanos, en el respeto de las diferencias legítimas, formen parte de una auténtica cultura común, portadora de los valores morales y espirituales fundamentales".
El Santo Padre pidió también una atención especial para "la institución conyugal y familiar, con la cual ninguna otra forma de organización relacional puede ser comparada".
"Deseo llamar la atención también de todos los hombres de buena voluntad -dijo después- acerca de las decisiones y las acciones en materia de bioética, que demuestran cada vez más la tendencia a considerar al ser humano, particularmente en los primeros instantes de su existencia, como un simple objeto de búsqueda. Es importante contemplar las cuestiones éticas no solamente desde el punto de vista de la ciencia, sino desde el punto de vista del ser humano, que debe obligatoriamente ser respetado. Si no se acepta este criterio moral fundamental, será difícil crear una sociedad que respete a todos los seres humanos que la componen, sin distinción alguna".
Por último, el Santo Padre habló de la atención que presta Francia a la situación de los países en desarrollo, poniendo como ejemplo la reciente cumbre Africa-Francia celebrada en Malí y recordando la responsabilidad de los países ricos con los más pobres, que no consiste sólo en suministrarles "ayudas financieras, sino también formación y educación (...) para que estas naciones sean cada vez más autónomas y protagonistas del propio destino".
CD/CREDENCIALES/FRANCIA:KESSEDJIAN VIS 20051219 (620)
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