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domingo, 4 de junio de 2006

ESPIRITU SANTO RESTABLECE PUENTE ENTRE TIERRA Y CIELO


CIUDAD DEL VATICANO, 4 JUN 2006 (VIS).-Esta mañana, solemnidad de Pentecostés, Benedicto XVI presidió la Santa Misa, concelebrada junto con algunos cardenales, en la Plaza de San Pedro, ante decenas de miles de personas, muchas de las cuales habían participado ayer en el encuentro del Papa con los movimientos eclesiales.

  "El día de Pentecostés -dijo el Papa en su homilía- el Espíritu Santo descendió con potencia sobre los apóstoles; de este modo comenzó la misión de la Iglesia en el mundo. El mismo Jesús había preparado a los Once a esa misión, apareciéndoseles varias veces después de su Resurrección. (...) Permanecer juntos fue la condición que puso Jesús para acoger el don del Espíritu Santo; el presupuesto de su concordia fue una oración prolongada".

 "Este hecho supone una lección formidable para toda comunidad cristiana -explicó el Santo Padre-. A veces pensamos que la eficacia misionera dependa principalmente de una programación cuidadosa y de la sucesiva realización inteligente a través de un compromiso concreto. Ciertamente, el Señor pide nuestra colaboración, pero antes de cualquier otra respuesta es necesaria su iniciativa: su Espíritu es el verdadero protagonista de la Iglesia".

  Benedicto XVI comentó después las imágenes (el viento y el fuego) con las que  San Lucas describe "la irrupción del Espíritu Santo", que recuerdan las de la firma de la alianza de Dios con el pueblo de Israel en el Sinaí y con las que el evangelista presenta  "Pentecostés como un nuevo Sinaí, como la fiesta del nuevo Pacto, donde la Alianza con Israel se extiende a todos los pueblos de la Tierra".

  Por eso, "la Iglesia es católica y misionera desde su nacimiento. La universalidad de la salvación se pone de relieve con las numerosas etnias a las que pertenecen los que  escuchan el primer anuncio de los apóstoles. El Pueblo de Dios (...) se amplia (...) hasta superar toda frontera de raza, cultura, espacio y tiempo. A diferencia de lo que sucedió en la torre de Babel, cuando los seres humanos querían construir con sus manos un camino hacia el cielo y habían acabado destruyendo la capacidad de comprenderse recíprocamente, en el Pentecostés del Espíritu, el don de las lenguas muestra que su presencia une y transforma la confusión en comunión. (...) El Espíritu Santo (...) restablece el puente de la comunicación auténtica entre Tierra y Cielo. El Espíritu Santo es el Amor",

  Pero, para conocer "el misterio del Espíritu Santo", es necesario regresar a  las palabras de Cristo en la Última Cena, cuando los apóstoles se sentían desconcertados y abatidos  por las palabras con las que anuncia su muerte y su partida.

  Jesús, "para consolarles, les explica el significado de su separación: se irá, pero volverá y mientras tanto no les abandonará, no les dejará huérfanos. Enviará al Consolador, al Espíritu del Padre, y será el Espíritu quien les hará conocer que la obra de Cristo es obra de amor: amor de Aquel que se ha entregado, amor del Padre que nos lo ha dado".
 
  "¡Este es el misterio de Pentecostés!", exclamó el Papa. "El Espíritu Santo ilumina el espíritu humano y, al revelar a Cristo crucificado y resucitado, indica el camino para hacerse más semejantes a Él, es decir, para ser "expresión e instrumento del amor que proviene de Él".

  Finalizada la Misa, Benedicto XVI rezó el "Regina Coeli" junto a los participantes en la celebración y volvió a reflexionar sobre  Pentecostés, que "nos invita a regresar a los orígenes de la Iglesia," citando las palabras de la constitución apostólica "Lumen Gentium", donde está escrito que el Espíritu "conduce a la Iglesia a la verdad total, la une en la comunión y el servicio, la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la adorna con sus frutos".

  "Entre las realidades suscitadas por el Espíritu en la Iglesia -subrayó el Papa-están los movimientos y las comunidades eclesiales, con los que ayer tuve la alegría de reunirme en esta Plaza, en un gran encuentro mundial. Toda la Iglesia, como le gustaba decir al Papa Juan Pablo II, es un único y gran movimiento animado por el Espíritu Santo, un río que atraviesa la historia para regarla con la gracia de Dios y hacer que sea fecunda de vida, de bondad, de belleza, de justicia y de paz".
HML/PENTECOSTES/...                        VIS 20060605 (700)

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