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lunes, 22 de junio de 2009

EL SACERDOTE DEBE TENDER CONSTANTEMENTE A LA SANTIDAD


CIUDAD DEL VATICANO, 20 JUN 2009 (VIS).-A las 18,00 de ayer, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el Papa inauguró el Año Sacerdotal, con ocasión del 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney. Entre los asistentes a la celebración de las vísperas en la basílica vaticana había muchos sacerdotes y seminaristas de Roma.

  Antes de comenzar la celebración el Papa rezó ante las reliquias del Santo Cura de Ars, traídas por el obispo de la diócesis de Belley-Ars, monseñor Guy Bagnard.

  En la homilía, el Santo Padre dijo que “el en corazón de Jesús se expresa el núcleo esencial del cristianismo; en Cristo se nos ha revelado y donado toda la novedad revolucionaria del Evangelio: el Amor que nos salva y nos hace vivir ya en la eternidad de Dios”.

  “Su corazón divino –continuó- llama a nuestro corazón; nos invita a salir de nosotros mismos, a abandonar nuestra seguridades humanas para fiarnos de El, y siguiendo su ejemplo, a hacer de nosotros mismos un don de amor sin reservas”.

  Benedicto XVI puso de relieve que “si es verdad que la invitación de Jesús a “permanecer en su amor” es para todos los bautizados, en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús y jornada de santificación sacerdotal, esta invitación resuena con mayor fuerza para nosotros, los sacerdotes, en particular esta tarde, en el inicio solemne del Año Sacerdotal”.

  La misión del presbítero, subrayó el Papa, “es indispensable para la Iglesia y para el mundo, y exige fidelidad plena a Cristo y unión incesante con El; exige que tendamos constantemente a la santidad, como hizo San Juan María Vianney”.

  “¡Dejarse conquistar plenamente por Cristo!”, exclamó el Papa. “Ese fue el objetivo de toda la vida de San Pablo, a quien hemos dedicado nuestra atención durante el Año Paulino que está a punto de terminar; esa fue la meta de todo el ministerio del Santo Cura de Ars, al que invocaremos especialmente en el Año Sacerdotal! ¡Que este sea también el objetivo principal de cada uno de nosotros!”.

  Benedicto XVI afirmó después que para ser ministros del Evangelio es “ciertamente útil el estudio y una cuidadosa y permanente formación sacerdotal, pero es todavía mas necesaria la “ciencia del amor” que se aprende solamente en el “corazón a corazón” con Cristo. Él nos llama para partir el pan de su amor, para perdonar los pecados y conducir a su rebaño en su nombre. (...) Solamente así podremos cooperar eficazmente en el misterioso designio del Padre, que consiste en “hacer de Cristo el corazón del mundo”. Un designio que se cumple en la historia a medida que Jesús se convierte en el Corazón de los corazones humanos, empezando por los que están llamados a seguirlo más de cerca: los sacerdotes”.

  “Incluso nuestras carencias, límites y debilidades nos tienen que reconducir al Corazón de Jesús -subrayó-. Si es verdad que los pecadores contemplándolo deben aprender el necesario “dolor de los pecados” que les reconduzca al Padre, esto vale todavía más para los ministros sagrados. ¿Cómo olvidar que no hay nada que haga sufrir más a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, que los pecados de sus pastores, sobre todo de aquellos que se transforman en “ladrones de ovejas”, sea porque las descarrían con sus doctrinas privadas o porque las atan con cuerdas de pecado y muerte? También para nosotros, queridos sacerdotes, es válido el llamamiento a la conversión y el recurso a la Divina Misericordia y de igual modo tenemos que pedir incesantemente con humildad al Corazón de Jesús que nos proteja del terrible peligro de perjudicar a aquellos que estamos llamados a salvar”.

  El Santo Padre invitó a los sacerdotes a cultivar la misma emoción del Cura de Ars por “la dignidad del sacerdote” para “cumplir nuestro ministerio con generosidad y entrega y para custodiar en el alma un verdadero “temor de Dios”: el temor de poder privar de tanto bien, por nuestra culpa o negligencia, a las almas que nos han confiado o de poder -¡Dios no lo quiera!- dañarlas”.

  “La Iglesia -terminó el Papa- necesita sacerdotes santos; ministros que ayuden a los fieles a experimentar el amor misericordioso del Señor y sean testigos convencidos”.

  La ceremonia concluyó con la adoración y bendición eucarística.
HML/VISPERAS:AÑO SACERDOTAL/…               VIS 20090622 (670)

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