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miércoles, 2 de junio de 2010

TOMAS DE AQUINO: ARMONIA ENTRE FE CRISTIANA Y RAZON

CIUDAD DEL VATICANO, 2 JUN 2010 (VIS).-Benedicto XVI reanudó en la audiencia general de los miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro, las catequesis dedicadas a los grandes santos de la Edad Media, hablando de Santo Tomás de Aquino, llamado el “Doctor Angélico” por la sublimidad de su pensamiento y pureza de vida”.

El Papa explicó que Tomás nació en torno al mil doscientos veinticinco en el seno de una familia noble, en Roccasecca (Italia), cerca de la Abadía de Montecasino. Siendo muy joven fue enviado a la Universidad de Nápoles, donde se interesó por primera vez por el pensamiento de Aristóteles y sintió la llamada a la vida religiosa.

En 1245 va a París para estudiar Teología bajo la guía de San Alberto Magno, que estima tanto a su alumno que le pide que lo acompañe a Colonia (Alemania) para la fundación de un centro teológico.

“Tomás de Aquino, a la escuela de Alberto Magno, llevó a cabo una operación de importancia capital para la historia de la filosofía y de la teología, así como de la historia y de la cultura -dijo el Papa- : estudió a fondo Aristóteles y sus intérpretes” y “comentó gran parte de las obras aristotélicas, distinguiendo lo que era válido de lo dudoso o rechazable, mostrando la consonancia con los datos de la Revelación cristiana y sirviéndose con amplitud y agudeza del pensamiento aristotélico en la exposición de los escritos teológicos que compuso. En definitiva, Tomás de Aquino demostró que entre fe cristiana y razón hay una armonía natural”.

Sus grandes dotes intelectuales le llevaron de nuevo a París para enseñar teología. Comienza entonces su ingente producción literaria: comentarios a las Sagradas Escrituras, a las obras de Aristóteles y su obra cumbre: la “Summa Theologiae”.

“En la redacción de sus obras le ayudaban algunos secretarios, entre ellos Reginaldo de Piperno, (...) a quien lo ligó una amistad fraternal y sincera, caracterizada por una gran confianza y confidencia. Esta es una característica de los santos -observó el pontífice-: cultivan la amistad porque es una de las manifestaciones más nobles del corazón humano y tiene en sí algo divino”.

En 1259 Tomás de Aquino participa en el Capítulo General de los Dominicos en Valenciennes (Francia) para redactar el programa de la Orden. A su regreso a Italia el papa Urbano IV le encargará la composición de textos litúrgicos para la fiesta del Corpus Christi.

“Santo Tomás tenía un alma profundamente eucarística”, afirmó el Papa. “Los bellísimos himnos que la liturgia de la Iglesia canta para celebrar el misterio de la presencia real del Cuerpo y la Sangre del Señor en la Eucaristía se deben a su fe y a su sabiduría teológica”.

En París, donde volvió en 1269, una gran multitud de estudiantes seguía sus cursos, pero el “Doctor Angélico” se dedicaba además a la predicación al pueblo que lo escuchaba con atención. “Es un gran don que los teólogos sepan hablar con sencillez y fervor a los fieles. El ministerio de la predicación, por otra parte, ayuda a los expertos de teología a un sano realismo pastoral y enriquece de estímulos su investigación”, comentó el pontífice.

En los últimos meses de vida, Santo Tomás, que murió en 1274 en la abadía de Fossanova (Italia) cuando se dirigía a Lión para participar en un concilio ecuménico, confesó a su amigo Reginaldo de Piperno que, debido a una revelación sobrenatural, consideraba su obra como “un montón de paja” y no escribiría más.

“Es un episodio misterioso que nos ayuda a comprender no solamente la humildad personal de Tomás, sino también el hecho de que todo lo que conseguimos pensar y decir sobre la fe, por muy elevado y puro que sea, es superado infinitamente por la grandeza y la belleza de Dios, que se nos revelará en su plenitud en el Paraíso”, concluyó Benedicto XVI.
AG/ VIS 20100602 (640)

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