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martes, 27 de marzo de 2012

EL VERDADERO ROSTRO DE LA IGLESIA ES EL DEL LUGAR EN QUE DIOS SE ACERCA Y SE ENCUENTRA CON EL SER HUMANO


Ciudad del Vaticano, 27 de marzo de 2012 (VIS).-Doscientas mil personas participaron ayer en la Misa presidida a las 17,30 (hora local) por Benedicto XVI en la plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba, con motivo del cuatrocientos aniversario del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de la isla. Entre las personalidades se encontraba el jefe de Estado Raúl Castro.

Antes de la celebración, que tuvo lugar bajo una copiosa lluvia, la imagen original de la Virgen del Cobre fue expuesta en la plaza. El Papa, con motivo de la solemnidad de la Anunciación, ofreció a la Madre de Dios, una rosa de oro.

En la homilía el Santo Padre agradeció “el sacrificio y dedicación” con que los cubanos han preparado el Jubileo Mariano y manifestó su emoción por el fervor con que el que María “ha sido saludada e invocada (...) en su peregrinación por todos los rincones y lugares de la Isla”.

“Estos acontecimientos importantes de la Iglesia en Cuba -observó- se ven iluminados con inusitado resplandor por la fiesta que hoy celebra la Iglesia universal: la anunciación del Señor a la Virgen María. En efecto, la encarnación del Hijo de Dios es el misterio central de la fe cristiana, y en él, María ocupa un puesto de primer orden”

“En María -explicó el Papa- el Hijo de Dios se hace hombre. (…) El apóstol san Juan lo expresa de la siguiente manera: 'Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros' La expresión 'se hizo carne' apunta a la realidad humana más concreta y tangible. En Cristo, Dios ha venido realmente al mundo, ha entrado en nuestra historia, ha puesto su morada entre nosotros, cumpliéndose así la íntima aspiración del ser humano de que el mundo sea realmente un hogar para el hombre. En cambio, cuando Dios es arrojado fuera, el mundo se convierte en un lugar inhóspito para el hombre, frustrando al mismo tiempo la verdadera vocación de la creación de ser espacio para la alianza, para el 'sí' del amor entre Dios y la humanidad que le responde. Y así hizo María como primicia de los creyentes con su 'sí' al Señor sin reservas.”

“Por eso, al contemplar el misterio de la encarnación no podemos dejar de dirigir a ella nuestros ojos (...) al ver cómo nuestro Dios, al entrar en el mundo, ha querido contar con el consentimiento libre de una criatura suya. Sólo cuando la Virgen respondió al ángel, (…) el Verbo eterno del Padre comenzó su existencia humana en el tiempo. Resulta conmovedor ver cómo Dios no sólo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla. Y vemos también cómo el comienzo de la existencia terrena del Hijo de Dios está marcado por un doble 'sí' a la voluntad salvífica del Padre, el de Cristo y el de María. Esta obediencia a Dios es la que abre las puertas del mundo a la verdad, a la salvación. En efecto, Dios nos ha creado como fruto de su amor infinito, por eso vivir conforme a su voluntad es el camino para encontrar nuestra genuina identidad, la verdad de nuestro ser, mientras que apartarse de Dios nos aleja de nosotros mismos y nos precipita en el vacío. La obediencia en la fe es la verdadera libertad, la auténtica redención, que nos permite unirnos al amor de Jesús en su esfuerzo por conformarse a la voluntad del Padre. La redención es siempre este proceso de llevar la voluntad humana a la plena comunión con la voluntad divina”.

“La Virgen María, por su papel insustituible en el misterio de Cristo, representa la imagen y el modelo de la Iglesia. También la Iglesia, al igual que hizo la Madre de Cristo, está llamada a acoger en sí el misterio de Dios que viene a habitar en ella. Queridos hermanos, sé con cuánto esfuerzo, audacia y abnegación trabajan cada día para que, en las circunstancias concretas de su País, y en este tiempo de la historia, la Iglesia refleje cada vez más su verdadero rostro como lugar en el que Dios se acerca y encuentra con los hombres”.

“La Iglesia, cuerpo vivo de Cristo, -subrayó- tiene la misión de prolongar en la tierra la presencia salvífica de Dios, de abrir el mundo a algo más grande que sí mismo, al amor y la luz de Dios (…) Les aliento en su tarea de sembrar el mundo con la Palabra de Dios y de ofrecer a todos el alimento verdadero del cuerpo de Cristo. Cercana ya la Pascua, decidámonos sin miedos ni complejos a seguir a Jesús en su camino hacia la cruz. Aceptemos con paciencia y fe cualquier contrariedad o aflicción, con la convicción de que, en su resurrección, él ha derrotado el poder del mal que todo lo oscurece, y ha hecho amanecer un mundo nuevo, el mundo de Dios, de la luz, de la verdad y la alegría”.

“El misterio de la encarnación, en el que Dios se hace cercano a nosotros, nos muestra también la dignidad incomparable de toda vida humana. Por eso, en su proyecto de amor, desde la creación, Dios ha encomendado a la familia fundada en el matrimonio la altísima misión de ser célula fundamental de la sociedad y verdadera Iglesia doméstica. Con esta certeza, ustedes, queridos esposos, han de ser, de modo especial para sus hijos, signo real y visible del amor de Cristo por la Iglesia. Cuba tiene necesidad del testimonio de su fidelidad, de su unidad, de su capacidad de acoger la vida humana, especialmente la más indefensa y necesitada”.

“Ante la mirada de la Virgen de la Caridad del Cobre, deseo hacer un llamado para que den nuevo vigor a su fe, para que vivan de Cristo y para Cristo, y con las armas de la paz, el perdón y la comprensión, luchen para construir una sociedad abierta y renovada, una sociedad mejor, más digna del hombre, que refleje más la bondad de Dios”, finalizó el pontífice.

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