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lunes, 17 de diciembre de 2012

LA ALEGRÍA DEL TIEMPO DE ADVIENTO

Ciudad del Vaticano, 16 de diciembre 2012 (VIS).-Benedicto XVI ha visitado esta mañana, como obispo de Roma, la parroquia de San Patricio en la colina Prenestina, una zona urbanizada entre los años 60 y 80 del siglo pasado, que cuenta con una nueva iglesia desde 2007. El Papa ha sido recibido por la comunidad parroquial entre la que se contaban los niños bautizados este año, acompañados por sus padres y ha presidido, a las 10,00, la Santa Misa.

En el tercer domingo de Adviento, llamado “Gaudete”, porque invita a la alegría, el Santo Padre ha recordado que el tiempo de Adviento es, efectivamente, no sólo un tiempo de conversión sino también de gozo porque “en el corazón de los creyentes se despierta la espera del Salvador, y esperar la llegada de una persona amada es siempre motivo de alegría”.

El Papa ha comentado la primera lectura en la que el profeta Sofonías utiliza la expresión “Alégrate, hija de Sión”, explicando que el profeta quiere decir que “ya no hay ningún motivo de desaliento (...) ni de tristeza cualquiera que sea la situación que debamos afrontar porque estamos seguros de la presencia del Señor que, por sí misma, basta para calmar y alegrar los corazones. El profeta, además, nos da a entender que esa alegría es recíproca: nosotros estamos invitados a alegrarnos, pero también el Señor se alegra de su relación con nosotros (...) La alegría que se promete en este texto se cumple en Jesús (...) que trae a los hombres la salvación, una relación nueva con Dios, que vence al mal y a la muerte”.

Dentro de pocos días - ha dicho- celebraremos la Navidad, la fiesta de la venida de Dios que se hizo niño y hermano nuestro para estar con nosotros y compartir nuestra condición humana. Tenemos que alegrarnos por esta cercanía, por su presencia e intentar comprender siempre que está realmente cerca y así, dejar que penetre en nosotros, la realidad de la bondad de Dios, de la alegría de Cristo que está entre nosotros. San Pablo dice con fuerza en una de sus cartas que nada puede separarnos del amor de Dios que se ha manifestado en Cristo. Solo el pecado nos aleja de Él, pero éste es un factor de separación que nosotros mismos introducimos en nuestra relación con el Señor. Sin embargo, incluso cuando nos alejamos, Él no cesa de amarnos y sigue estando cerca de nosotros con su misericordia, con su disponibilidad a perdonar y recogernos en su amor”.

Por eso “no debemos angustiarnos nunca: siempre podemos exponer al Señor nuestras peticiones, nuestras necesidades y preocupaciones 'con plegarias y oraciones'. Y este es un gran motivo de alegría, saber que siempre es posible rezar al Señor y que el Señor nos escucha, que Dios no es lejos, sino que nos escucha, nos conoce y no rechaza nunca nuestras súplicas, aunque no responda inmediatamente como desearíamos, pero responde”.

Pero, “la alegría que el Señor nos comunica debe encontrar en nosotros el amor agradecido. Efectivamente, la alegría es plena cuando reconocemos su misericordia, cuando prestamos atención a los signos de su bondad (...) Los que acogen los dones de Dios de forma egoísta no encuentra la alegría verdadera; en cambio, quienes los utilizan para amarlo con gratitud sincera y para transmitir su amor a los demás, tienen el corazón lleno realmente de alegría”, ha concluido el pontífice.

Terminada la celebración eucarística, el Papa saludó a los ancianos y enfermos de la parroquia y regresó al Vaticano para rezar el Ángelus.

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