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lunes, 27 de enero de 2014

ENTRE LOS CRISTIANOS LA UNIDAD ES SIEMPRE SUPERIOR AL CONFLICTO

Ciudad del Vaticano, 26 enero 2014 (VIS).-La XLVII Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos -cuyo tema de reflexión era este año “¿Está dividido Cristo?”- concluyó ayer tarde, solemnidad de la Conversión de San Pablo, con la celebración de las segundas vísperas en la basílica romana de San Pablo Extramuros. A la ceremonia asistieron representantes de otras Iglesias y comunidades eclesiales presentes en Roma.

En su homilía, el Papa Francisco, refiriéndose al tema de la Semana, tomado de la Carta de San Pablo a los Corintios, observó que el Apóstol había recibido con gran tristeza la noticia de que los cristianos de Corinto estaban divididos en varias facciones pero que “ni siquiera los que se remiten a Cristo merecen el elogio de Pablo, pues usan el nombre del único Salvador para distanciarse de otros hermanos en la comunidad. En otras palabras, la experiencia particular de cada uno, la referencia a algunas personas importantes de la comunidad, se convierten en el criterio para juzgar la fe de los otros”

En esta situación de división, Pablo exhorta a los cristianos de Corinto, “en nombre de nuestro Señor Jesucristo” a... que no haya divisiones entre ellos, sino que estén perfectamente unidos en un mismo pensar y un mismo sentir. “Pero la comunión que el Apóstol reclama - recalcó el Papa- no puede ser fruto de estrategias humanas: la perfecta unión entre los hermanos sólo es posible cuando se remiten al pensar y al sentir de Cristo.Esta tarde, mientras estamos aquí reunidos en oración, nos damos cuenta de que Cristo, que no puede estar dividido, quiere atraernos hacia sí, hacia los sentimientos de su corazón, hacia su abandono total y confiado en las manos del Padre, hacia su despojo radical por amor a la humanidad. Sólo él puede ser el principio, la causa, el motor de nuestra unidad”

Cuando estamos en su presencia, nos hacemos aún más conscientes de que no podemos considerar las divisiones en la Iglesia como un fenómeno en cierto modo natural, inevitable en cualquier forma de vida asociativa. Nuestras divisiones hieren su cuerpo, dañan el testimonio que estamos llamados a dar en el mundo”. A este propósito el Obispo de Roma citó el Decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II, “Unitatis redintegratio” que afirma: “Con ser una y única la Iglesia fundada por Cristo Señor, son muchas, sin embargo, las Comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la verdadera herencia de Jesucristo; ciertamente, todos se confiesan discípulos del Señor, pero sienten de modo distinto y marchan por caminos diferentes, como si Cristo mismo estuviera dividido». Y, por tanto, añade: “Esta división contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura”.

Las divisiones nos han hecho daño a todos. Ninguno de nosotros desea ser causa de escándalo. Por eso, todos caminamos juntos, fraternalmente, por el camino de la unidad, construyendo la unidad al caminar, esa unidad que viene del Espíritu Santo y que se caracteriza por una singularidad especial, que sólo el Espíritu santo puede lograr: la diversidad reconciliada. El Señor nos espera a todos, nos acompaña a todos, está con todos nosotros en este camino de la unidad”.

Cristo no puede estar dividido. Esta certeza debe animarnos y sostenernos para continuar con humildad y confianza en el camino hacia el restablecimiento de la plena unidad visible de todos los creyentes en Cristo. Me es grato recordar en este momento la obra del beato Juan XXIII y del beato Juan Pablo II... El papa Juan, abriendo nuevas vías, antes casi impensables. El papa Juan Pablo, proponiendo el diálogo ecuménico como dimensión ordinaria e imprescindible de la vida de cada Iglesia particular. Junto a ellos, menciono también al papa Pablo VI, otro gran protagonista del diálogo, del que recordamos precisamente en estos días el quincuagésimo aniversario del histórico abrazo en Jerusalén con el Patriarca de Constantinopla, Atenágoras”.

La obra de estos Pontífices ha conseguido que el aspecto del diálogo ecuménico se haya convertido en una dimensión esencial del ministerio del Obispo de Roma, hasta el punto de que hoy no se entendería plenamente el servicio petrino sin incluir en él esta apertura al diálogo con todos los creyentes en Cristo. También podemos decir que el camino ecuménico ha permitido profundizar la comprensión del ministerio del Sucesor de Pedro, y debemos confiar en que seguirá actuando en este sentido en el futuro. Mientras consideramos con gratitud los avances que el Señor nos ha permitido hacer, y sin ocultar las dificultades por las que hoy atraviesa el diálogo ecuménico, pidamos que todos seamos impregnados de los sentimientos de Cristo, para poder caminar hacia la unidad que él quiere. Y caminar juntos es ya construir la unidad”.

Al final, Francisco saludó al Metropolita Gennadios, representante del Patriarcado Ecuménico, a David Moxon, representante del arzobispo de Canterbury en Roma, y a todos los representantes de las diversas Iglesias y Comunidades Eclesiales presentes en San Pablo Extramuros.. “Con estos dos hermanos, en representación de todos -recordó- hemos rezado ante el Sepulcro de Pablo y hemos dicho entre nosotros: "Pidamos para que él nos ayude en este camino, en este camino de la unidad, del amor, haciendo camino de unidad". La unidad no vendrá como un milagro al final: la unidad viene en el camino, la construye el Espíritu Santo en el camino. Si no caminamos juntos, si no rezamos los unos por los otros, si no colaboramos en tantas cosas como podemos hacer en este mundo por el Pueblo de Dios, la unidad no se dará. Se construye en este camino, a cada paso, y no la hacemos nosotros: la hace el Espíritu Santo, que ve nuestra buena voluntad”.

Oremos al Señor Jesús que nos ha hecho miembros vivos de su Cuerpo -concluyó- para que nos mantenga profundamente unidos a él, nos ayude a superar nuestros conflictos, nuestras divisiones, nuestros egoísmos; y recordemos que la unidad es siempre superior al conflicto. Y nos ayude a estar unidos unos a otros por una sola fuerza, la del amor, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones”.

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